DOS CORAZONES Y UN TIOVIVO

A LOS PIES DE LOS DOLOMITAS

Annalisa Dolzan

 

Juglares, acróbatas y hombres capaces de tragar y escupir fuego por la boca;  magos, timadores... desde antes del Medievo ferias y fiestas llevan a las plazas una fantasmagoría de luces, sonidos y perfumes. Aún hoy, las celebraciones de las ferias en los parques de atracciones nos sacan de los centros comerciales al menos por un día.
Es 26 de Diciembre del 2008. Muchas cosas han sucedido desde que tiraba a mamá de la manga para obtener el algodón dulce u otra vuelta en el tiovivo, tanto que hoy quien lo maneja no es ya sino “el gerente de un espectáculo itinerante”. Como la familia Gregori, a la que voy a visitar; o más bien, la dinastía.  Generaciones y océanos le unen a la familia Zamperla, líder mundial del sector del “negocio de la diversión”.
Tras una y otra vuelta en el tiovivo,  Manuel Gregori me ofrece un paseo por su familia. Su abuelo, original de Margone, sobre Vezzano, se subió al carro por amor, ligando su destino a aquel de una mujer de la familia Zamperla, “criada entre hierba y piedras”. Así, el padre, que en Romagnano tenía una actividad de pintor, cambió su vida por amor. Manuel ya nació en una familia dedicada a los tiovivos y aprendió desde pequeño el trabajo del padre, como es la norma en este sector, en el que la familia tipo es numerosa y fuerte.
Manuel cuenta que cada familia está reconocida por un rasgo – por ejemplo, los Gregori por su locura unida a la genialidad. Tenían un tío que unos años antes se había enriquecido con los caballos. Llegó a tener hasta doscientos caballos pero, de improviso, se arruinó-. Sólo quedan algunas de las grandes familias. Se recuerdan aún los Zamperla, Cavaliere, Orlando. Los Faccio, de la familia de Manuel: una familia histórica que cuenta con “grandes hombres” -como los llamaban en el argot- aquellos bien establecidos pero que siempre han trabajado duro. Han defendido la profesión. Sí, porque la vida de los nómadas de la diversión no es una vida fácil.
Los gastos son importantes,  la conexión a la corriente eléctrica en una ciudad tiene un precio de 190€/mes con un consumo efectivo de 70€ al mes, sin posibilidad de pagar sólo por el consumo. Desplazarse en la carretera tiene un coste de transporte excepcional. Y después la ley, que impone encontrar un área para los circos y espectáculos itinerantes y el área donde deben quedarse los carromatos. Hay algunos ayuntamientos que pretenden que los representantes paguen el terreno que sólo ocupan tres meses al año.
¿Y la crisis? Parque de atracciones, montaña rusa, tagada... nombres modernos para una vida veloz, electrónica, luminosa, pero muchos de ellos han perdido más de un tren. Muchos parques italianos importantes han desaparecido, como el de Bologna o Verona. Los otros, con sacrificio, resisten, la preocupación va a Génova y Perugia. Y a Trento también, donde se reune una “comunidad estable” de gerentes del espectáculo itinerante y que funciona en las fiestas tradicionales y ferias de los pueblos.
A pesar de que la vida es dura y difícil, es difícil bajar del carromato. Los amigos y parientes de Manuel que  han perdido una vida estable sienten una nostalgia desmesurada  y no están satisfechos, las complicaciones de la vida nómada se hacen notar. La mujer de Manuel cuenta, por ejemplo, que de pequeña frecuentaba ocho escuelas al año: la programación para ella estaba siempre retrasada o adelantada. Y además de los contenidos de la escuela, variaban las amistades: cada vez una clase nueva. Al principio, los niños tenían curiosidad por conocer a la nueva compañera, pero luego la dejaban a un lado. En alguna  ocasión, incluso los maestros la llamaba “cíngara”.
La puerta de la roulotte dorada - “caravana” es como la llamaban – se cierra a mi espalda. Dejo a Manuel con su familia, dispuesto a partir mañana temprano para una nueva feria. Quizás volverán, el próximo diciembre. O quizá este verano a la fiesta del pueblo.

 

 

El tiovivo

Pasa un chiquillo sobre un caballo blanco,
lo sigue otro sobre un elefantito,
luego pasan dos niños sobre un cisne
y pasa un oso, sin nadie sobre él...
Gira el tiovivo...
Centelleo de luces...
Salpicaduras de azules verdes amarillos rojos y violetas
iluminan la cara de un muchacho
...pero una niñita llora, allí, sola.
No hay salida. Ha perdido este viaje.
Debe esperar para poder montarse
sobre el hermoso conejo, que ve pasar...
mientras la música invita, gira el tiovivo...
pasa la vida.

M. Antonietta Rotter (2008)

 
 
 
 
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